Poitin

Roi y su amigo (y mío) Jairo se fueron a Dublín a celebrar el cumpleaños del segundo, quisieron llevarme pero imaginándome el  programa, me disculpé.
Ese fin de semana, Jairo aprendió todo sobre la destilación de un licor que probaron y esta es la explicación que nos hace:

Una parte importante de las bebidas destiladas por toda Europa son a base de sobras, de los restos de la cosecha o de los excedentes destinados a pudrirse si no fuera por el poder mágico del alambique. La sliwotiza (en sus diferentes y variadas formas escritas) no es en origen más que el fruto de la destilación de los restos de las ciruelas usadas para mermeladas, conserva o simplemente que no se consiguen vender. En Galicia, el resto de la uva –o bagazo- es la base del aguardiente.
Irlanda, en este sentido, no es una excepción. Si se tiene en cuenta que la producción de frutas o vinícola en esa isla es equivalente en cifras y en calidad a la de mango y papaya en Galicia, no es de extrañar que la patata sea el producto estrella para la destilación –teniendo en cuenta que el cereal necesario para hacer whiskey o cerveza era, en su día, la posibilidad de muy pocos pero ricos emprendendores, tales como los señores John Jameson o Arthur Guinness.
Y gracias a la patata tenemos el poitín (pronunciado pó-chin): un aguardiente transparente, muy fuerte (suele rondar los 70%); El equivalente pobre de la absenta –y con un nombre más mundano ya que deriva de la palabra irlandesa para “pote”- pero que inspiró mucha y muy variada obra literaria –y no pocas páginas de sucesos, ya que su destilación ilegal sigue siendo una “tradición” local.
Siendo sinceros y generosos, el poitín, solo, no es “agradable”. Un sabor demasiado metálico y un porcentaje de alcohol tan alto no auguran nada bueno. Sin embargo, es interesante ver como –con el márketing adecuado y mucha imaginación- un producto fácil y barato de producir y que estaría reservado a usos domésticos específicos tales como substituto del aguarrás o el alcohol clínico- se puede convertir en el componente esencial de un cocktail interesante: el “red eye” (nombre que, por cierto, deja a la claras por donde van los tiros).
Sobre una base de poitín, se le añada amargo de angostura (sí, alcohol sobre alcohol), bitter kas rojo y un poco de lima exprimida. El sabor es dulce –lo que esconde el alcohol- y la tonalidad oscura. Servido en tazones –dándole un toque de bebida ruda de marineros o de leñadores- es probablemente el cocktail más interesante en muchos años y demuestra como es posible aprovechar y popularizar una bebida de un uso a priori restringido.

La resaca debería ser un tema aparte en los libros de medicina. El poítin además nos demostró lo irrefutable: al cumplir los 35 años no se está igual de cerca de los 20 que de los 50. Los 50 estaban ya ahí a la mañana siguiente.

En uno de los pubs que estuvieron vieron la actuación de un grupo, que recomendamos


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